Con estos cuentos los niños aprenderán a memorizar.
EL CEDRO VANIDOSO
Erase una vez un cedro satisfecho de su hermosura.
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Plantado en mitad del jardín, superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que parecía un gigantesco candelabro. |
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Plantado en mitad del jardín, superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que parecía un gigantesco candelabro. |
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Si con lo hermoso que soy diera además fruto, se dijo, ningún árbol del mundo podría compararse conmigo.
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Y decidió observar a los otros árboles y hacer lo mismo con ellos. Por fin, en lo alto de su erguida copa, apunto un bellísimo fruto.
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Tendré que alimentarlo bien para que crezca mucho, se dijo.
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Tanto y tanto creció aquel fruto, que se hizo demasiado grande. La copa del cedro, no pudiendo sostenerlo, se fue doblando; y cuando el fruto maduro, la copa, que era el orgullo y la gloria del árbol, empezó a tambalearse hasta que se troncho pesadamente. |
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¡A cuantos hombres, como el cedro, su demasiada ambición les arruina!
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EL NUEVO AMIGO

Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba el viento y Belinda jugaba con unos enanitos en el bosque. De pronto se escucho un largo aullido. |
¿Que es eso? Pregunto la niña .
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Es el lobo hambriento. No debes salir porque te devoraría le explico el enano sabio.
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Al día siguiente volvió a escucharse el aullido del lobo y Belinda , apenada, pensó que todos eran injustos con la fiera. En un descuido de los enanos, salio, de la casita y dejo sobre la nieve un cesto de comida. |
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Al día siguiente ceso de nevar y se calmo el viento. Salio la muchacha a dar un paseo y vio acercarse a un cordero blanco, precioso. |
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¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo?
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Entonces el cordero salto sobre Belinda y el lobo, oculto se lanzo sobre el, alcanzándole una dentellada. La astuta y maligna madrastra, perdió la piel del animal con que se había disfrazado y escapo lanzando espantosos gritos de dolor y miedo. |
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Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda sintió su corazón estremecido, de gozo, mas que por haberse salvado, por haber ganado un amigo. |
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LA HUMILDE FLOR

Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas las flores.
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Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa:
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-i No me olvides! ¡No me olvides! |
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Como su voz era tan fina, Dios no la oía. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así:
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-No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides". |
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Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañaras a los muertos.
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Así nació el "nomeolvides" o miosota, pequeña florecilla de color azul y rojo. |
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